martes, 25 de octubre de 2011

El amor

A más de un año de mi primera entrada, vuelvo a leerla y siento algo raro en la panza... Convengamos que cuando uno comienza una búsqueda espiritual, sea cual fuere la dirección en la que se realice, lo hace desde el inconformismo. Todo surge de una sensación de que algo falta, de que algo no está bien o no es como uno quisiera que fuese.
Ese fue el puntapié de mi búsqueda, sentir que por más de que tenía lo que hace mucho quería: una familia, ahora estaba ahogada por mi propia realidad. No llegaba a fin de mes, las obligaciones me sobrepasaban y me sentía fuera de mi, no me reconocía. Después de varios meses de búsqueda personal, en la que continúo, mucha lectura y cambios de actitudes varias me han demostrado que la equivocada era YO, ¡claro!
Mi historia de vida incluye no demasiado tumultuosos problemas y crisis, pero si mucha perfección autimpuesta. ¡He ahí el kid de la cuestión! Y hacia allí encaro mi búsqueda: encontrar el equilibrio entre lo que quiero, lo que puedo y lo que me hace bien.
Y en este tiempo descubrí con asombro algo que es obvio para muchos, que la FELICIDAD está dentro mío y que nadie más que yo puede dármela. Matthieu Ricard, el monje budista que citaba en mi entrada anterior, me abrió los ojos a este mundo maravilloso del que hoy estoy totalmente enamorada, con todo lo bueno y lo malo que tiene. A mi marido no sólo lo soporto, sino que lo amo profundamente, lo admiro y sobre todo siento su plena compañía cada día, aceptando todos sus defectos a los que de a poco he comenzado a amar también. Porque no solo no es perfecto, sino que sus defectos lo hacen más humano y querible y lo acercan más todavía a mi ¡otra persona imperfecta! Suena a chiste, lo se, o quizás a lavado de cerebro o a autoconvencimiento. Pero no, se trata de un aprendizaje. ¿Madurez tal vez? Mis hijas -las dos pequeñas personitas más hermosas del mundo-  me resultan cada vez más disfrutables y menos agotadoras. Porque en mi afán de no perderme ni un segundo de sus vidas había olvidado que esas vidas están hechas de juego, aprendizaje y cariño, mucho de esto último sobre todo. Ya ahora, trato con afán de dejar de lado las obligaciones, el deber ser y el qué dirán para disfrutarlas realmente a cada una. Y ahora si, siento cada vez más que no me estoy perdiendo ni un segundo de sus vidas. Hoy las acompaño con calma y respetando mi propio sentir. Y desde allí nos conectamos a un nivel tan profundo que es felicidad pura. Ya no depende de si se portan bien o mal, si me dan mi espacio de descanso, si hacen o no determinada cosa. Ahora mi felicidad, mi calma y mi sensación de bienestar depende sólo de mi. Parece una carga pesada ¿no? ¡Todo lo contrario! me siento tan liberada de haber encontrado en mi misma la sencillez y la humildad necesarias para disfrutar de la vida y de los afectos que hay días que no puedo creer que me resulte tan natural. Sin embargo, tengo muy claro que es un trabajo diario, un proceso de autoconocimiento que creo que nunca terminará. Hoy puedo decir que ME AMO, AMO A MI FAMILIA, AMO A MIS AMIGOS, AMO MI TRABAJO, los amo a todos y en ese orden!! Siempre pensé que ponerme primero yo era un acto de egoísmo. Después de este pequeño paso que he dado en mi proceso de autoconocimiento en busca de mi propio equilibrio me doy cuenta que ponerse primero uno mismo es el único camino hacia la felicidad. ¿Cuántas veces hemos escuchado que "si uno no está bien, no puede estar bien con los demás"? Bueno, de eso se trata. De centrarse, reubicarse, reconocerse y brindarse a los demás ¡no al revés!
Aquí comienza mi camino que he de andar toda mi vida, pero ya puedo decir ¡me gusta ser quien soy!